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¿Cómo se regulan nuestras emociones?

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Vamos a explicar un modelo que nos puede servir para entender como nos regulamos. El psicólogo Paul Gilbert, experto en emociones, expone que tenemos tres sistemas principales de regulación. El sistema de amenaza y protección, el sistema de impulso, búsqueda de recursos y excitación y el sistema de calma y afiliación, alivio y seguridad. Cada sistema activa diferentes patrones fisiológicos, neurológicos y hormonales.

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En el sistema de alarma, nuestro cuerpo y mente reaccionan con conductas de defensa, utilizando las emociones de la ira, el asco y la ansiedad. Disparan las reacciones de estrés para actuar rápidamente antes los potenciales peligros. La amígdala, una parte de nuestro cerebro que se encarga de la respuesta emocional, se activa en situaciones de peligro con el objetivo de sobrevivir y de mantener el bienestar. Las hormonas que se liberan en este sistema son la adrenalina y el cortisol, encargadas de la activación del estrés.

En ocasiones, por circunstancias determinadas, a pesar de haber pasado el peligro, la persona se queda con la sensación de alerta, como si de algo se tuviera que defender. ¿Te ha pasado sentir como nervios todo el tiempo, esperando que algo suceda y tener que estar preparada?
Cuando esto sucede es necesario tomar consciencia, para poder autorregularse hacia un estado real, que corresponda con la realidad, como por ejemplo el estado de calma, teniendo en cuenta que ya se está fuera de la situación de peligro.

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Otro sistema de regulación emocional sería el de logro-recompensa, que se caracteriza por buscar dentro del sistema de deseos y necesidades, objetivos y recompensas importantes. En este sistema se generan los impulsos para el cambio, nuevos objetivos y se activan sentimientos como la satisfacción y el placer. La parte que se pone en marcha del cerebro es el núcleo de accumbens, que tiene la función de experimentar el placer y la recompensa. La hormona de este estado es la dopamina que se encarga de reproducir la tendencia a repetir comportamientos en busca de sensaciones de recompensa.

Una buena regulación de este estado sería poder mantenerse en estos objetivos nuevos, conseguirlos, sentirse satisfechos y saber retirarse de las necesidades e ir a otra necesidad. El sistema actual de consumo hace que a veces nos aferremos al deseo-satisfacción de forma permanente, necesitando más o no sintiéndonos satisfechos por los logros. ¿Te ha pasado que tras haber luchado por un objetivo luego no has sentido ese placer que deseabas? Una buena regulación sería poder conseguir el equilibrio en este estado. Este sistema se puede activar cuando por ejemplo no se está cumpliendo un objetivo y, por lo tanto, se necesita activar el cuerpo a nivel físico, cognitivo, conductual y emocional para llevarlo a cabo.

El último sistema sería el de calma, que está relacionado con el sentirse seguro, contento, vinculado, con bienestar. Se activa cuando estamos cerca de personas con las que tenemos vínculos seguros, donde nos sentimos en sintonía y tranquilos. Desde este estado podemos dar y compartir el amor, cuidar, sentir la conexión y el vínculo con los demás. Este sistema también aparece cuando realizamos actividades de meditación o autocuidado. La parte del cerebro que se activa en este estado es la corteza prefrontal, encargada del control de los pensamientos, los procesos sensitivos y acciones complejas, como la comprensión, las emociones y la conducta. Las hormonas que intervienen son la oxitocina y opiáceos, involucradas en la disminución del estrés y el aumento del placer y el afecto.

Este sistema se activa con la conexión social y el cuidado, cuando nos encontramos seguros con estas relaciones y sentimos seguridad. Cuando existe la ayuda mutua. Con las relaciones sociales sanas, a través del contacto físico y verbal, y los sentimientos que promueven el sentirse aceptado, orgulloso, importante y querido.
Esta descripción es una forma más de explicar cómo nos autorregulamos, y a pesar de que puedan existir otras teorías acerca de la regulación emocional, esta define con claridad cómo funcionamos y que partes físicas intervienen en todas esas regulaciones.

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Los tres estados son imprescindibles para la adaptación y la supervivencia. Pero debemos podemos pasar de uno a otro sin enquistarnos en uno solo. Por ejemplo, poder ponernos un objetivo y lograrlo, pero después tener la capacidad de volver al estado de calma y no quedarnos obsesionados con conseguir el mismo objetivo u otro, sin sentirnos ni siquiera satisfechos por haberlo conseguido. Otro ejemplo, quedarnos siempre en el estado de calma y bienestar, sin ponernos nuevos retos que nos hagan mover energía, o no defendernos ante situaciones de amenaza y adoptar posiciones de sumisión sería quedarnos aferrados a ese estado. Es cierto que de los tres, el estado de calma, es en el que idealmente deberíamos estar más tiempo. Quedarnos en el estado de alerta puede afectarnos a la salud, como comentamos en el capítulo anterior, el estrés sostenido no nos puede aportar calidad de vida. Cuando nos quedamos enquistados en el estado de alerta, el trabajo es comprender el origen de la alerta e intentar sanarlo, ser consciente que ya no se está en peligro y si se está poder poner solución en la medida de lo posible y poder centrarse en las propias necesidades.

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Es de vital importancia aprender a identificar cuando nuestro sistema de calma y satisfacción se encuentra poco desarrollado o estancado para poder encontrar el equilibrio y con ello lograr mejor calidad de vida.

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